De nuestro Pastor
Monseñor Daniel E. Flores
Obispo de Brownsville
(*) The Valley Catholic
” Este tipo de creatividad es lo que se necesita en la Iglesia”
Los mapas de Google generalmente me llevan a donde necesito ir, pero en febrero tardé en encontrar la colonia que estaba buscando. Un campo de tierra me esperaba para dar una misa al aire libre. Quedaba en la esquina de las calles Conejos y Salida, en algún lugar entre el norte de Brownsville y Olmito. Ahí se reunían miembros de una de las comunidades de la parroquia de San Pedro. Celebramos la misa desde un tráiler remodelado, una Capilla Móvil que el padre Joel Flores y unos feligreses soldaron, la cual me dijeron que antes había sido “literalmente un cubo oxidado”.
Cientos de personas se reunieron bajo el sol en un día ventoso, con las abejas zumbando y los automóviles estacionados en todas las direcciones. Y con todo esto la alegría de la comunidad se desbordaba.
Celebrar misa en nuestras parroquias siempre es el momento culminante de mis días. En este sábado en particular, el 15 de febrero, estaba muy agradecido con el Señor. Me hizo recordar que el Señor tenía que viajar a veces. Algunas veces Él y sus discípulos tenían que viajar lejos, y la gente también hacía el esfuerzo de estar con él. No podían usar los mapas de Google para encontrarlo, o llamar a un Uber para que los llevara, pero venían desde muy lejos para acercarse a él. Lo buscaban.
En el Evangelio de San Marcos de la Misa ese día, sobre la multiplicación de panes y peces, el Señor está preocupado acerca de cómo se sentían las personas que venían a buscarlo. Él está pensando: “No colapsarán (por debilidad o por hambre) porque vienen a buscarme”. Por eso inicia la multiplicación milagrosa. Esa es la primera lección de este Evangelio. El Señor cuida a su pueblo, y la preocupación del Señor de que las personas no colapsen por el hambre es lo que mueve a sus discípulos. Si el Señor no hubiera estado preocupado por su pueblo, entonces los discípulos nunca se habrían movido. Se habrían conformado con decir: “Envíalos que regresen a sus casas, no hay nada aquí”. Como dice el mundo de hoy, “No es mi problema”.
Pero sí es una preocupación del Señor, y sus discípulos deben de entender su preocupación para que puedan reconocer su propia misión.
Es así de sencillo el asunto. El Señor está preocupado por su pueblo, que tengan algo de comer. Y por lo tanto, su pueblo debe compartir su preocupación.
Así es que sus discípulos, entonces y ahora, le ofrecen al Señor lo que tienen. El pan. Y el Señor bendice lo que tiene la comunidad, lo que tienen sus discípulos.
La bendición del Señor sobre el pescado y el pan tiene un poder extraordinario. El poder de su bendición, que no está limitado por las leyes o los recursos del mundo, multiplica nuestros recursos. Y los discípulos distribuyen lo que reciben de él. ¿Qué significa esto? Que cuando el Señor está entre nosotros, hay cantidades suficientes para todos.
Pero debemos notar que se necesita la bendición del Señor para que los discípulos se levanten y hagan algo. Si los discípulos no se mueven, la obra de Jesús no está completa. Y la única razón por la que los discípulos se movieron fue porque Jesús les dio un empujón. Necesitamos que él nos de un empujón.
Si los discípulos no se mueven, la comida no se puede distribuir. Pero no hay nada que distribuir si el Señor no da su bendición. En cierto sentido, esto es lo que la Iglesia vive todos los días. Primero, necesitamos el alimento de la palabra de Dios para saber que le preocupa al Señor. Porque lo que le concierne a Él, debería ser nuestra preocupación.
Nuestros ojos están abiertos por esta Palabra. El Señor se preocupa por nosotros, por nuestra respuesta a él. Quiere saber si nos vamos a mover, si vamos a asumir su misión. El Señor se preocupa por nosotros y quiere alimentarnos, con su propia presencia, especialmente en el cuerpo y la sangre. Con su bendición multiplica la fuerza de este alimento.
¿Qué sucede cuando nos reunimos así en la misa? El Señor toma lo que tenemos y con su bendición nos alimenta. No es un pan para nuestros estómagos, sino es el pan que da vida eterna. Es el alimento de la comunidad que se distribuye; Es el alimento que la Iglesia más necesita. Este trabajo requiere muchas manos para llevarlo a cabo.
El Señor nos mueve a vivir esta preocupación por los demás. Sabemos que hay muchos que no se acercan a Dios porque tienen miedo. Y sabemos que muchos no se acercan al sacramento que da la vida eterna y que da la cercanía comunitaria del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. No se acercan porque tienen miedo, miedo de ser tratados como un problema y no como una persona.
Debemos extendernos. El Señor da su bendición, pero quiere conmovernos a compartir su preocupación. Esto es lo que estamos tratando de vivir en la Iglesia, y no solo aquí, sino en otros lugares de la Diócesis y en el mundo. Que nadie sufra hambre de Cristo porque no hemos respondido a las preocupaciones del Señor!
Una de mis preocupaciones es exactamente esto: que debemos encontrar formas de celebrar la misa donde está la gente. Porque donde está la gente, Cristo está, y Cristo tiene hambre de recibir a su pueblo en el banquete sacrificial de la vida eterna.
La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, y la gente necesita ser alimentada por el Cuerpo de Cristo.
A menudo hablo de esto, que lo que necesitamos es encontrar lugares como la colonia donde celebramos la misa en febrero para colocar un altar y proclamar la palabra de Dios, y ofrecer el sacrificio, porque esto es lo que el Señor nos pide hacer.
La Iglesia no puede simplemente sentarse en su propio templo esperando que todos vengan. Jesús caminó; él viajó, y la gente lo buscó, y lo encontraron.
Felicidades a toda la comunidad de la Iglesia de San Pedro por su Capilla Móvil. Este tipo de creatividad es lo que se necesita en la Iglesia. Sirve como modelo para una Iglesia en misión, como dice el Papa Francisco. Un modelo de la Iglesia que sale a la gente. Nos tenemos que mover.
Hay muchos católicos que no se alimentan del cuerpo de Cristo porque no se acercan al altar. Si las personas no pueden acercarse al altar, es necesario que el altar salga y busque cómo acercarse a las personas.
Es un instinto de la gracia buscar al Señor. Es por eso que una capilla móvil es más necesaria, creo yo, que un teléfono móvil. El alimento que recibimos de Dios nos ayuda mucho más. Si la gente no puede acercarse al altar porque es difícil llegar allí, o sus miedos les impiden, entonces el altar debe ir donde está la gente.
La tierra, el viento, el zumbido de las abejas no interfirieron con la alegría de celebrar una misa al aire libre donde está el pueblo del Señor.
El Señor sabe que una comunidad que permanece sentada no le ayuda. Él nos pide que nos movamos. En el Evangelio de Marcos 8: 1-10 nos dice, “Dales algo de comer”. Y es por eso que nos preocupamos por los demás. El Señor bendice y nos provoca que nos movamos, para que podamos dar la Palabra y el Sacramento de la vida eterna a los que no pueden acercarse al altar, y compartir con ellos la alegría de ser miembros de su Cuerpo, la Iglesia.
Tres puntos para recordar: Jesús está preocupado por su pueblo. 2. La bendición de Jesús multiplica los recursos que le ofrecemos. 3. Y Jesús mueve a su pueblo para que podamos preocuparnos por lo que le preocupa.
En esta temporada de Cuaresma, los invito a que se muevan, a salir a la comunidad y buscar formas de alimentar al pueblo de Dios.
(*) The article was taken from the The Valley Catholic News, March 2020. For more information about the article or the The Valley Catholic News go to the website of Diocese of Brownsville.